Tarapoto.- Las violencias, los fundamentalismos religiosos y la economía del cuidado fueron algunos ejes de reflexión durante el primer día de trabajo del Espacio de Debate Mujeres Panamazónicas y Andinas, el que giró en torno al primer tema que orienta el VIII FOSPA referido a la territorialidad y los territorios.
Mujeres de distintos pueblos de la amazonía y andes del Perú, de regiones de Brasil, de Bolivia de Colombia, Ecuador, entre otros países, dialogaron sobre los impactos en sus vidas y cuerpos del despojo de sus territorios, contaminación o depredación por acción de mega inversiones con capitales transnacionales que cuentan con respaldo de los Estados.
Si bien habitan regiones demarcadas por fronteras, las mujeres compartieron problemas que les son comunes y con un arraigo histórico cultural. Sus vivencias en su relación con la naturaleza y defensa de sus territorios son similares, al igual que las consecuencias de asumir esta posición ante las empresas y Estados que responden con represión y criminalización.
Como señaló la feminista, activista social y docente universitaria Rita Segato en su intervención en el panel de la mañana, históricamente las mujeres han sido protagonistas de las luchas por el territorio. Que el arraigo seafemenino explica que las mujeres representen un obstáculo para los proyectos desarrollistas del sistema capitalista, por lo que la violencia es hacia sus cuerpos para desarraigar y romper comunidades.
En sus conclusiones expuestas en la plenaria del día, las mujeres sentaron posición sobre cinco puntos:
Territorio: Es todo, no solo lo que está en la superficie, para nosotras es un concepto integral que incluye toda la vida que lo habita. El sistema capitalista en alianza con el patriarcado quiere controlar nuestros cuerpos y territorios para reproducir el capital. Nosotras queremos controlarlo para reproducir la vida, reconociendo los límites de la naturaleza y fortaleciendo una relación que asegure la sostenibilidad de sus bienes y de la vida humana.
Violencias contra las mujeres: Se ejerce en la comunidad y fuera de ella. Nuestros cuerpos y territorios están en disputa por el capitalismo y el patriarcado. Las empresas y el Estado nos violentan, las iglesias y el fundamentalismo promueven una cultura de subordinación y control de las mujeres. Nuestros gobiernos en lugar de protegernos son cómplices. Esta violencia es específica contra las mujeres defensoras que están en la primera línea de resistencia en defensa de nuestros derechos y territorios.
Fundamentalismos religiosos: Inciden en el retroceso de los derechos que hemos alcanzado. Tienen operadores en el Poder Legislativo para dar leyes en contra de la autonomía de nuestros cuerpos y derecho a decidir, protegiendo a los agresores, atacando nuestras costumbres y religiones ancestrales, especialmente afrodescendientes.
Presencia en política: Vivimos cada día resistiendo al capitalismo, al patriarcado, al colonialismo. Desde esa resistencia cotidiana construimos nuevas formas de vida comunitaria y transformamos las maneras de resistir y hacer política. Nuestra participación social y política debe ser reconocida, visibilizada y tomada en cuenta por la acción política local, nacional, regional.
Economía del cuidado y uso del tiempo: Es necesario reconocer y valorar nuestro trabajo en los hogares, comunidades y organizaciones. Nuestro aporte a la sostenibilidad de la vida es alrededor del 25% del PBI en nuestros países y exigimos su reconocimiento como parte de nuestros derechos.