Luego de tres días de trabajo, el encuentro de la REPAM sobre pueblos indígenas en aislamiento está cerca de cumplir con uno de sus principales objetivos que es hacer público un posicionamiento político respecto a la realidad actual de dichos pueblos, a lo que tienen que hacer los Estados (porque sus propias normas los obligan y porque es fundamental que actúen ya) y a la manera cómo trabajando en colectivo –Iglesia, comunidades indígenas, organizaciones indígenas, y otros– se pueden construir estrategias para la defensa integral de sus derechos.
“Los Estados tienen obligaciones (con los pueblos indígenas aislados) y lo saben, y son obligaciones absolutamente fundamentales”
Luis Ventura Fernández es parte del equipo que facilita el evento, también del equipo que sistematiza los aportes que nacen día a día del diálogo y la discusión. En Brasil tiene a su cargo la coordinación del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) para las regiones del Amazonas y Roraima, en el norte del país.En la siguiente entrevista habla sobre lo avanzado hasta ahora, sobre el crecimiento de las amenazas contra los pueblos y grupos indígenas en aislamiento, sobre su resistencia, sobre lo que no hacen los Estados, sobre dónde se debe ubicar la Iglesia en esa lucha, y sobre cómo este encuentro está sumando al proceso del Sínodo para la Amazonía que se llevará a cabo el próximo año en Roma.
-Este encuentro sobre pueblos indígenas aislados tiene como antecedente una primera reunión en Cuiabá (Brasil), a inicios del 2017, ¿qué acuerdos se lograron en esa primera cita?
Era la primera vez que nos encontrábamos, porque esa era la necesidad: encontrarnos la gente que en los diversos países de la Amazonía estaba trabajando el tema de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario. Entonces fue primero un socializar lo que pasa en cada país, cómo estaba siendo la actuación de la Iglesia delante de eso y una de las cosas que vimos juntos, y que marcó el trabajo a partir de ese momento, es que estamos hablando de pueblos y de grupos que están en una situación grave de amenaza a su vida y a sus territorios, justamente, por la expansión de todo el sistema extractivo-exportador. A partir de esa convicción, de que eran pueblos y grupos que estaban viendo sus vidas muy amenazadas, tomamos la decisión de intentar buscar un camino conjunto, un camino colectivo, de intentar consensuar metodologías, de tratar de compartir información, de modo que eso les pudiese subsidiar para acciones de incidencia política y jurídica.
-En Cuiabá se concluyeron cuatro principios respecto a los indígenas en aislamiento, principios que destacaste en estos días de encuentro, ¿puedes decirnos cuáles fueron estos?
El primero de ellos es el principio del respeto absoluto y profundo de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario a su autodeterminación, a su decisión sobre el control de las relaciones que quieren tener con el entorno y a las decisiones de su modo de vida y cómo quieren continuar circulando por los territorios que habitan, ese es el primero y fundamental principio. El segundo es entender que el Estado tiene una serie de obligaciones y esas deben de ser exigidas, y es la obligación a la protección territorial, la obligación de garantizar los derechos de estos grupos y la obligación del principio de precaución que para nosotros es fundamental y que significa que no hace falta demostrar la presencia, sino que simplemente los indicios y la posibilidad de que haya grupos en aislamiento voluntario debe paralizar automáticamente cualquier emprendimiento que pueda afectar su territorio y su vida. El tercer principio, a partir de una memoria incluso sincera y honesta del trabajo de la Iglesia durante todo este tiempo con sus luces y sus sombras, es el de afirmar el principio de no forzar el contacto. Eso para nosotros era muy importante. Y el cuarto era la necesidad de trabajar conjuntamente con las comunidades y organizaciones indígenas como interlocutores fundamentales.
-Este nuevo encuentro en Puerto Maldonado tiene previsto culminar con un posicionamiento político frente al tema de los indígenas aislados, ¿Cómo se va llegar a ello y con qué metodologías se cuenta?
La idea es que las discusiones que hemos estado teniendo en estos tres primeros días, que tienen que ver con un análisis de la coyuntura en cada país y por tanto una visión regional de la situación de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, las amenazas y los marcos legales, es un primer momento. Un segundo momento sobre las metodologías de trabajo para poder consensuarlas y un tercer momento: qué posibilidad y en qué espacios podemos hacer incidencia política y jurídica a partir de ahí, con esos tres insumos. La idea es que mañana [hoy] aprobemos un comunicado, que se está haciendo y donde sentemos una posición política, una posición pública en la que como REPAM y como Iglesia digamos esta es nuestra visión, nuestra percepción sobre la situación, esto es lo que entendemos que deben ser las obligaciones del Estado y esto es lo que entendemos que debe ser el camino de la Iglesia en la defensa integral de los derechos de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario.
-En una de sus intervenciones señaló que respecto al tema de los indígenas aislados la Iglesia tuvo luces y sombras. Respecto a esas sombras, ¿cómo actuaba antes la Iglesia y qué ha cambiado? Tal vez pueda profundizar en el caso de Brasil y el CIMI.
Yo creo que la relación de la Iglesia con los pueblos indígenas ha cambiado profundamente, y continúa cambiando a lo largo de las últimas cuatro o cinco décadas. Yo creo que en el contexto de América Latina en general, con experiencias significativas, en el caso de Brasil con las experiencia del CIMI que es un organismo vinculado a la CNBB, a la Conferencia Episcopal de los Obispos. Y el principal giro es, justamente, entender que la relación de la Iglesia con los pueblos indígenas tenía que ser diferente y tenía que partir de un respeto profundo y absoluto hacia la realidad de los pueblos indígenas, de un respeto a su propia identidad, a su propia cultura, a su propio sistema espiritual, a su propio camino, a su propio proyecto de vida; y que nuestro trabajo como Iglesia tenía que ser justamente acompañar y apoyar esos proyectos de vida que pasaban, fundamentalmente, por el derecho a la tierra, por el derecho al territorio.
Esa convicción de fortalecer y acompañar los procesos de lucha por la tierra de los pueblos indígenas porque ahí realmente podían construir proyectos de autonomía a partir de sus propias lógicas, ese es el gran paradigma que cambia en el trabajo de la Iglesia con los pueblos indígenas y en concreto con los pueblos indígenas en aislamiento voluntario.
Es justamente entender que si en otros momentos como Iglesia hemos tomado decisiones de ir al encuentro porque entendíamos que eso era lo mejor que podíamos hacer, y no solo era el encuentro ‘de’, sino también después traerlos hacia otro lugar que no eran sus territorios tradicionales, hacia otras lógicas que no eran las propias de ellos, pues la Iglesia ha dado un cambio muy grande es ese sentido, ha entendido que, definitivamente, no es ese su trabajo y no es esa la mejor manera de defender la vida de estos grupos.
-Yendo en ese mismo sentido o reforzando lo que ya has dicho, en el contexto de las graves amenazas que existen en contra de los pueblos indígenas, ¿qué lugar o dónde debe estar ubicado la Iglesia?
Yo creo que la Iglesia tiene que ubicarse en dos posiciones muy claras. Primero la denuncia de un sistema económico que está agrediendo la vida de los pueblos indígenas, que está agrediendo la vida de la Madre Tierra y que no nos está llevando a un lugar de buen vivir para nadie, entonces esa denuncia a ese sistema económico extractivo-exportador que unas décadas atrás, aquí concretamente en esta región donde estamos ahora, tenía ese rostro del tema del caucho o el tema de la madera, hoy sigue de una manera muy fuerte con el tema de la madera, el petróleo, es la minería, son los grandes proyectos de infraestructura, son las grandes carreteras, con las grandes hidroeléctricas, es el tema de turismo no controlado, es todo eso que está avanzando sobre los territorios.
Entonces la primera posición es la denuncia y la búsqueda de otras formas de convivencia, de otras formas de convivir todos, de otro modelo si quieres de desarrollo, no me gusta mucho esa palabra, pero bueno, para que nos entendamos. Otro modelo de convivencia en el que lo económico esté al servicio de la vida, esa es la primera posición de la Iglesia, claramente, sobre todo en la Amazonía. Y la segunda posición de la Iglesia es tener muy claro que el protagonismo está en los pueblos indígenas, tener en cuenta que son una contribución imprescindible para poder dialogar como familia humana sobre los caminos que tenemos que seguir todos, entonces en ese tener la convicción sobre el protagonismo de los pueblos indígenas, está el apoyar sus proyectos de vida, apoyar sus proyectos de lucha, sus organizaciones sociales, su movimiento indígena.
Y después, si quieres en esa relación particular con los pueblos indígenas, creo que hay un desafío tremendo que es el de tener la posibilidad de un diálogo intercultural, de un diálogo religioso, profundo, fraterno, honesto, horizontal, de mutuo aprendizaje, en eso tenemos todavía mucho que aprender pero creo que el camino es por ahí.
–En evento tiene como uno de sus objetivos la elaboración de estrategias para presionar a los Estados para que protejan a los indígenas aislados, ¿Por qué los Estados aún no son capaces de reconocerlos o de garantizar sus derechos? ¿Por qué no los protege?
Para mí es claro que es porque reconocer a estos grupos sería un freno al avance del modelo económico, es eso: la política de invisibilidad, de negación, del no reconocimiento de estos grupos. Es una política para permitir que grandes proyectos continúen avanzando sobre la Amazonía. Reconocer que estos grupos existen, que tienen sus derechos y que la defensa de su vida, sus territorios debe ser un deber ético-político absolutamente fundamental de cualquier Estado y de cualquier sociedad. Reconocer eso sería colocar la vida sobre los intereses económicos, esto no es lo que está sucediendo hoy en la Amazonía.
Entonces claramente lo que estamos viendo ahora es que la invisibilidad de estos grupos, el no reconocerlos, el estar continuamente cuestionando las evidencias y las informaciones, el no querer compartir informaciones, el no querer ese trabajo más de cooperación, es justamente para poder continuar permitiendo que una determinada forma de entender la economía, la producción, la Amazonía, que es la extracción absoluta de sus recursos, continúe avanzando porque ese es el modelo económico que permean hoy los Estados, todos los Estado que componen la Amazonía.
Yo creo que eso es lo fundamental, los Estados tienen obligaciones y lo saben y son obligaciones absolutamente fundamentales. Reconocer la existencia, visibilizar la existencia es lo que puede colocarlos delante de esas obligaciones.
–Finalmente, otro de los objetivos del este encuentro es sumar al proceso del Sínodo para la Amazonía que se realizará el próximo año en Roma, ¿cómo se va trabajar esta parte?
El Papa Francisco cuando vino aquí a Puerto Maldonado tuvo una mención específica a los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, e hizo un llamado concreto, llamado a continuar defendiendo la vida y los territorios de estos pueblos. Entonces yo creo que el camino está marcado un poco por ahí. A partir de eso el documento preparatorio para el Sínodo y el propio cuestionario que intenta sistematizar las contribuciones, realiza algunas preguntas sobre cuál es la situación de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario en la Amazonía y cual debería ser el papel de la Iglesia en relación a eso. Sobre esas preguntas, el propio encuentro ya está respondiendo.
Entonces lo que pretendemos mañana [hoy] en el último día de encuentro es responder a eso, justamente, a partir de lo que ha sido discutido durante todo el tiempo, cuál es la situación de los pueblos en aislamiento voluntario. En la Amazonía estamos hablando casi de 150 referencias actualmente sobre pueblos indígenas en aislamiento voluntario. Es esta situación, de las amenazas, es esta la situación, es esto lo que hacen los Estados y esta debe ser la posición de la Iglesia.
Por otro lado, yo creo que más allá del documento preparatorio y del cuestionario, la propia discusión sobre los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, creo que levanta desafíos y provocaciones muy interesantes para todo el proceso sinodal, en el sentido, de un lado, de reconocer lo que significan estos grupos, la riqueza de estos grupos, de reconocer cuál debe ser nuestro trabajo a partir de ahora en la defensa de los derechos, de reconocer también o de ayudarnos a superar los pequeños restos, los resquicios de lógicas coloniales que continúan dentro de nuestro hacer como Iglesia.
Yo creo que hoy en día son cómo hacer un llamado a mirar hacia adelante, y a intentar establecer una u otra relación con los pueblos indígenas en general y con los pueblos indígenas en aislamiento voluntario en particular. Al final la situación de estos últimos nos hablan de resistencia, de querer defender la vida por encima de todo lo que les vino encima, y yo creo que eso es algo que nos debe animar como Iglesia a continuar defendiendo la vida y a tener otra relación con ellos.